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Bienvenidos al Norte


La nave estaba a punto de zarpar hacia destinos Alpinos cuando nuestro astrolabio se estropeó de forma imprevista. A tientas decidimos navegar contra viento y marea, surcando tierras desconocidas para descubrir nuevos horizontes. Después de varios días sin divisar ninguna referencia conocida, pudimos controlar nuestro rumbo. Nuestra nave se quedó finalmente embarrancada sin encontrar más tierra por la qué surcar, en un vértice que se hace llamar como no, Finisterre. Un lugar mágico sin duda, una punta de lanza que penetra en el mar y te catapulta directamente hacia el agitado océano. Un lugar aparentemente aterrador para el explorador de montañas, para el perseguidor de retos verticales, para el alpinista que ve las costas como paraísos borrosos solo aptos para los ciudadanos que no llegaron nunca a ver el amanecer en una cima helada. Pero la sensación rápidamente se esfuma, cuando uno se percata que estamos en las puertas de una costa especial, diferente, una costa no apta para todos los públicos, una costa severa, en cual las montañas agrestes se encuentran en constante lucha contra el océano por no ser tragadas por sus delirantes aguas. Una costa dónde las alcas y gaviotas vuelan sin respeto, dónde los alcatraces intimidan a los pocos turistas con vertiginosas acrobacias contra las olas. Una costa dónde, la pesca tradicional es una realidad, un modo de supervivencia, un modo de entender el medio que les rodea. Esta es la Costa da Morte, que toma nombre por los numerosos naufragios que ha causado la violencia de estas aguas en un entorno marítimo de lo más salvaje.

En este entorno, la roca emana masivamente del bosque, se modela de forma caprichosa por las constantes adversidades climatológicas, dejando un escenario perfecto para el asediador de piedras, en todos sus sentidos. Escalar frente un océano enfurecido te da una lejana sensación parecida a la que se tiene escalando una pared severa acechado por una inminente borrasca, mientras que la mirada perdida en el horizonte de un océano calmo, se asemeja a la mirada hipnótica que seduce cuando se llega al vértice somital de una cordillera.





Unos de los puntos neurálgicos de la escalada en bloque en la Costa, está en Corme, Traba y Mens. Pequeños municipios minados de piedras graníticas de todas las texturas, formas y colores, que dejan lugar a movimientos increíbles que nada tienen que envidiar de las grandes zonas europeas.En Traba encontramos incluso una pequeña escuela de vías deportivas, dónde destaca la imponente presencia de un gran techo granítico surcado por 200 milibares, gran línea equipada por uno de los “Sheriffs” de la zona, Beni local de Corme. Beni, entusiasta como pocos, junto a Víctor han ido y van convirtiendo, poco a poco, esta zona de la Costa de la Muerte en un coloso de la escalada en bloque, que seguro que será destino obligado de todo adicto al arte de las pequeñas-grandes piedras.








































Aprovechando vientos del noroeste, desplazamos nuestra nave a toda velocidad hacia horizontes Astures, esta vez nos adentramos en lo más profundo de esta región, para conocer de cerca el corazón de una región salvaje, la sierra de Somiedo. Siendo una de las regiones con menor densidad de habitantes, concentra unas de las principales poblaciones de osos, lobos o urgogallos. En este enclave se encuentra el valle de Saliencia que esconde algún tesoro que solo los escaladores más inquietos serán capaces de descubrir.


















Para terminar esta pequeña travesía, hacemos una breve pausa en tierras Palentinas, en la sierra mágica de las Tuerces. Un bosque encantado cuya formación no deseo recordar, da lugar a un laberinto de piedras con innumerables pasillos de baja altura, dónde los movimientos de bloque parecen haber sido diseñados caprichosamente y meticulosamente por el paso del tiempo. Encontramos a una de las principales tribus que habita la zona (si no recuerdo mal, Jose, Javi, Ramon, Paco…a quienes se unió Gelu, guía espiritual por orientarnos en la incerteza), todos ellos fuertes como el vinagre y con un dilatado sentido del humor, que afortunadamente nos acogieron y nos guiaron por este sinfín de bloques increíbles.











Fin de la historia.

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Mitos falsos
En Galicia siempre llueve. (Digamos que a veces llueve pero siempre escalas).
Los del norte son orcos apáticos. (Encuentras alguno pero lejos de las zonas de escalada).
La costa no es para los alpinistas (Al menos la Costa de la Muerte, puede llegar a serlo).








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